Iraq no sólo sigue cobrándose víctimas sobre el terreno, sino también sobre el papel. Los académicos estadounidenses especializados en Oriente Medio están siendo vigilados desde hace meses por una web (Campus Watch) dedicada a denunciar a los profesores que considera “antipatriotas”. Esta web analiza con lupa los escritos originados en una veintena de universidades y pide a los alumnos que informen sobre sus profesores, que son bombardeados con e-mails injuriosos. Michael C. Hudson, director del Center for Contemporary Arab Studies de Georgetown, ha manifestado que su instituto es víctima de una “caza de brujas”.
El cazador es Daniel Pipes, columnista del “New York Post” y del “Jerusalem Post”, que tiene buenos amigos neoconservadores. Hace un año, Pipes fundó Campus Watch como apéndice de Middle East Forum, un “think tank” que admite estar dedicado a “promocionar los intereses estadounidenses en Oriente Medio”. Para Pipes, la corriente principal de los académicos ha fracasado a la hora de explicar la amenaza del terrorismo islámico. Y en cuanto a la guerra de Iraq, la ha justificado así: “Las armas de destrucción masiva nunca fueron la razón principal de la guerra. Y tampoco lo fueron la horrible represión en Iraq o la amenaza que Saddam Hussein representaba para sus vecinos. La campaña de Iraq se entiende por la necesidad que tenía Estados Unidos de cumplir sus promesas o pagar las consecuencias”.
Pipes lanzó su cruzada en internet con la denuncia de ocho profesores que habían criticado la política de Bush y la ocupación israelí de Gaza y Cisjordania. En un gesto de solidaridad, más de cien de académicos pidieron añadirse a esta lista negra. Desde entonces, Pipes ha denunciado a otros 146 profesores, identificados como “apologistas de atentados suicidas y del islam militante”.
Esta historia sería una batalla más entre académicos si no fuera porque Pipes no es un simple columnista. Hijo de un cruzado antisoviético, Pipes se ha hecho un nombre por su dureza hacia los árabes y por sus llamamientos a favor de una intervención militar estadounidense en Oriente Medio. En el año 2000 lanzó una campaña destinada a forzar la retirada del Ejército sirio de Líbano. Y el documento, titulado “Ending Syria’s Occupation of Lebanon: The U.S. Role?” (“Poniendo fin a al ocupación de Líbano: ¿Qué papel debe tener Estados Unidos”), fue firmado por Elliott Abrams, Douglas Feith, David Wurmser, Paula Dobriansky y Richard Perle, hoy miembros o próximos a la Administración Bush. Pero lo que más duele a los académicos denunciados es que el presidente Bush aprobó el año pasado la elección de Pipes como miembro del Institute of Peace, cargo que compagina con el de miembro del Special Task Force on Terrorism del Departamento de Defensa.
Después de la caza de académicos, Middle East Forum ha cambiado de táctica. Ahora su labor fiscalizadora está orientada a advertir al Congreso sobre el uso de los subsidios que reciben algunas universidades y centros que considera radicales, especialmente Columbia (Nueva York), Georgetown (Washington DC), Chicago y Middle East Studies Association. John Esposito, del Center for Muslim-Christian Understanding, ha sido calificado por Campus Watch de “apologista de Hamas”. Y Middle East Studies Association, la primera asociación académica sobre Oriente Medio, ha sido tildada de “mafia de izquierda”. Las víctimas dicen que Pipes es la reencarnación de McCarthy, acusación que él considera “idiota”.
El interés académico sobre Oriente Medio se disparó en Estados Unidos después de los atentados del 11 de septiembre. Antes del año 2001 había en el país 14 centros de estudio; ahora hay 17. Pero este renovado interés, que incluye la búsqueda de las causas del 11 de septiembre, ha provocado la alarma entre los centinelas de Occidente. Martin Kramer, aliado de Pipes y profesor de historia árabe en la Universidad de Tel Aviv, ha escrito dirigiéndose a sus improbables colegas, a los que acusa de buscar los tres pies al gato: “Estás siendo vigilado. Esos oscuros artículos que publicas en los diarios del campus están ahora en internet y son analizados”. Lisa Anderson, decana de asuntos internacionales de Columbia, ha afirmado que Kramer es la prueba de la atmósfera de intimidación que rodea a los académicos.